viernes, 21 de junio de 2013

RELATOS

Vivir Despeinada


Malfalda despeinada

¡VIVE DESPEINADO!
“Hoy he aprendido que hay que dejar que la vida te despeine, por eso he decidido disfrutar la vida con mayor intensidad.

El mundo está loco. Definitivamente loco. Lo rico, engorda. Lo lindo sale caro. El sol que ilumina tu rostro arruga... Y lo realmente bueno de esta vida, despeina…

Hacer el amor, despeina. Reírte a carcajadas, despeina. Viajar, volar, correr, meterte en el mar, despeina.  Quitarte la ropa, despeina. Besar a la persona que amas, despeina. Jugar, despeina. Cantar hasta que te quedes sin aire, despeina. Bailar hasta agotarse, te deja el pelo irreconocible…

Así que como siempre cada vez que nos veamos yo voy a estar con el cabello despeinado… Sin embargo, no tengas dudas de que estaré pasando por el momento más feliz de mi vida. Puede ser que me sienta tentada a ser una mujer impecable, peinada y planchadita por dentro y por fuera. El aviso clasificado de este mundo exige buena presencia: Péinate, quítate, sácate, cómprate, corre, adelgaza, come sano, camina derecha, ponte seria…

¿Y si decidiéramos estar deliberadamente despeinadas? Hacer el amor, correr, besar, abrazar, bailar, viajar, saltar, volar, cantar, admirar el paisaje, acostarnos tarde, levantarnos pronto, ponernos cómodas, disfrutar…

Es ley de la vida: siempre va a estar más despeinada la persona que elija ir en el primer carrito de la montaña rusa, que la que elija no subirse.

Lo único que realmente importa es que al mirarnos al espejo, veamos a la persona que realmente queramos ser.
¡DEJA QUE LA VIDA TE DESPEINE!


Por Mafalda



El Elefante Encadenado


Portada del libro
"El elefante encadenado"
Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de ellos eran los animales. Me
llamaba especialmente la atención el elefante que, como más tarde supe era también el animal preferido de otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un tamaño, un peso y una fuerza descomunales...Pero después de la actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba sus patas.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y aunque la madera era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir.
El misterio sigue pareciéndome evidente.
¿Qué lo sujeta entonces?
¿Por qué no huye?
Cuando era niño, yo todavía confiaba en la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces por el misterio del elefante...Alguno de ellos me explicó que el elefante no huía porque estaba amaestrado.
Hice entonces la pregunta obvia:"Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?".
No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente.

Con el tiempo, me olvidé del misterio del elefante y la estaca...
Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta:
"El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño".
Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él.
Imaginé que se dormía agotado y al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día y al otro...Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino.
Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque el pobre cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza.

Todos somos un poco como el elefante del circo: vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad.
Vivimos pensando que "no podemos" hacer montones de cosas, simplemente porque una vez, hace tiempo lo intentamos y no lo conseguimos.
Hicimos entonces lo mismo que el elefante, y grabamos en nuestra memoria este mensaje: No puedo, no puedo y nunca podré.
Hemos crecido llevando este mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y por eso nunca más volvimos a intentar liberarnos de la estaca.
Cuando, a veces, sentimos los grilletes y hacemos sonar las cadenas, miramos de reojo la estaca y pensamos:"No puedo y nunca podré".
Esto es lo que te pasa, vives condicionado por el recuerdo de una persona que ya no existe en ti, que no pudo.
Tu única manera de saber si puedes es intentarlo de nuevo poniendo en ello todo tu corazón...¡¡¡Todo tu corazón!!!


JORGE BUCAY





Bloggueros he estado buscando relatos cortos que puedan estar bien y he encontrado uno en la revista Imaginarios. Imaginarios es una revista dedicada al mundo de la ciencia ficción y literatura fantástica que dirige la Federación Española deFantasía Épica. En ella se tocan todos los palos referidos a estos ámbitos, se habla de comics, libros, películas, manga,... A continuación os dejo el comienzo del relato, un relato que me recuerda al estilo del autor, N. K. Jemisin, de Los cien mil reinos:


“Engranajes y fuego: el origen del mundo


Portada de la revista Imaginarios, septiembre
    Sus pasos resonaban como enormes campanadas en el mar de tinieblas que era ese mundo. Allá donde mirara, sus ojos solo percibían sombras que se proyectaban sin un punto de luz, acompañadas en todo momento de una densa oscuridad que se extendía, lenta e incansablemente, como la niebla; cubriendo con su manto  el vacio. Aquello nada importaba a Astaroth, pues era el dueño y señor de esos dominios. Su cuerpo y su mente se mantenían siempre inalterados, imperturbables ante el paisaje y sus moradores… excepto por el frío.

    Tras la muerte del Ocaso, y con la llegada de Astaroth al mundo, aquellas tierras se convirtieron en su morada; un lugar de reposo, meditación y tranquilidad. Acompañado por sus pensamientos, el dios-maquina caminó por la noche, internándose en lugares con los que los mortales no alcanzan a soñar y elaborando complejas teorías sobre su propia existencia. Pero el paso del tiempo trajo hasta él una sensación nueva y desconocida, una corriente que recorría su ser, asaltando sus extremidades de manera incansable y minando con su presencia cualquier atisbo de paz; algo que le llevaría a olvidar incluso sus razonamientos más perpetuos, modificando el curso de su vida.

    Todo cambió en el instante en que Astaroth coronó La Montaña de la Soledad por séptima vez. Allí, hastiado del frío que sentía, chasqueó los dedos corazón y pulgar de su mano derecha, de la que brotó una llama. Su luz, diáfana y potente, convirtió los ojos de los Seres Antiguos, de la Noche y la Oscuridad, en polvo; sus rostros en carne quemada; y sus extremidades en huesos astillados. Cuando la llama se posó en el suelo, lentamente se fue transformando en el voluptuoso cuerpo de una mujer. Sus rasgos, cambiantes como las llamas de las que estaba hecha, evocaban todos aquellos pensamientos que Astaroth había tenido sobre la perfección. Cuando habló, su voz surgió clara, llena de energía y de poder.

    -Astaroth, mi señor, os doy las gracias por haberme concedido el don de la creación, mas no entiendo por qué estoy aquí.”

    Para poder seguir leyendo solo tenéis que poner este link e ir a la página 13 de la revista.

No hay comentarios:

Publicar un comentario